viernes, 23 de mayo de 2014

Soneto a las elecciones europeas

DEFINIENDO AL CANDIDATO

Es Plomo abrasador, es Plasma helado.
Es mal completo para el medio ambiente.
Es orador que, o bien lee, o mal miente.
Es un barbudo azul muy pitufado.

Es un comeyogures caducado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un machista que dice ser decente,
un amar solamente estar forrado.

Es una corruptela desatada
que dura hasta que aguante el mecanismo;
enfermedad que crece si es votada.

Este es Arias Cañete, este el pepismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es heredero del franquismo!

jueves, 1 de mayo de 2014

Revista Compluteca especial 30 Premios Cervantes: Jorge Edwards

La aventura cervantina de Jorge Edwards



Hay en Jorge Edwards mucho de cervantino y no poco de quijotesco. La agudeza de la observación y la aventura de los propios sueños suelen toparse, ya lo dijo aquel, con la tozudez de una realidad que podríamos ver de otra manera, pero de la que se nos impone la visión de los dominantes. Y esa tensión entre lo que uno quiere ser y los planes que nos tiene preparados el grupo social desde el que partimos es una constante en los personajes edwardinos.



Edwards, santiaguino de 1931, creció en una renombrada familia burguesa que lo matriculó en un colegio de jesuitas. En sus años de estudiante preuniversitario, Edwards es abordado por una estrafalaria tía abuela que a modo de musa literaria lo invita y lo incita a la pasión por las letras. Por ella conoce la existencia de otro estrambótico personaje familiar, el vividor y escritor fracasado Joaquín Edwards Bello. El muchacho busca y rebusca en bibliotecas y archivos, tímidamente primero, y vorazmente después. Los clásicos de Góngora, Quevedo, Garcilaso, Argensola, Fray Luis de León lo conducen a la generación del 98, y de la mano de Azorín y Unamuno descubre a Cervantes. 



Para desesperación del padre de Jorge, que lo quería dedicado a los negocios familiares, el joven letraherido frecuenta cada vez más los círculos literarios, trabando gran amistad con el enorme poeta chileno Pablo Neruda, a quien reconoce como maestro. Fue Neruda quien le aconsejó abandonar el verso y centrarse en la narrativa en prosa, para la que lo consideraba excepcionalmente dotado. Nadie podrá dejar de estar de acuerdo con esto, a la vista de los numerosos cuentos, relatos breves, columnas y cuadros costumbristas que va trazando en todos los ratos libres que le deja el estudio. Su capacidad de observación y fabulación y su agudo juicio lo convierten en un agudo articulista político y también literario.



En 1958 se incorpora a la carrera diplomática. Recién elegido presidente Salvador Allende, este le encarga la reapertura de la embajada chilena en La Habana de Fidel Castro. Tras instalarse en la isla, Jorge Edwards percibe diversas injusticias del régimen, y en particular se pronuncia en apoyo de los intelectuales y escritores perseguidos, como el poeta Heberto Padilla. Fidel Castro reacciona expulsando inmediatamente a Edwards de Cuba, antes de cumplirse los cuatro meses de su embajada.



El escritor no se retracta y escribe una crónica novelada de su aventura cubana, Persona non grata, cuya publicación estaba preparando cuando le sorprende el golpe de estado de Pinochet. Ha de exiliarse a Barcelona y tras publicar finalmente su libro, obtiene feroces críticas y censuras por parte de la intelectualidad europea, muy partidaria del castrismo en aquellos años. Rechazado por los exiliados y por los que quedaban en Chile, fuera del trabajo diplomático y sin apoyo familiar, tuvo que barajárselas solo. Posiblemente la peor época de su vida sean esos cinco años de destierro, donde habría de aprender a tener paciencia en las adversidades.  


En ese ingrato ostracismo, Edwards imagina su primera gran novela, Los convidados de piedra, donde presenta un sutil retrato de las desventuras de un grupo de amigos pertenecientes a la burguesía, durante el toque de queda militar. En una fiesta de cumpleaños, rememoran el pasado y a los amigos ausentes, marginados o muertos, todos apartados como figuras de piedra de una vida que les prometía seguridad y privilegios. 


El museo de cera es su siguiente novela, una sátira esperpéntica de la historia de Chile, donde cada sinsentido tiene su correspondencia en el discurso oficial de la dictadura. Un hidalgo chapado a la antigua, el marqués de Villa Rica, sorprende a su joven esposa en flagrante adulterio con su profesor de piano, y a partir de ahí se suceden toda clase de despropósitos. El marqués encarga a un escultor realista la reproducción del episodio con figuras de cera a tamaño natural, y se traslada a vivir a otro palacio que copia fielmente la planta del edificio mancillado. El triste figurón abandona su club de aristócratas para prodigarse por tabernas populares y cae en una espiral descendente paralela al ascenso de su cocinera, ama de llaves que se enseñorea de los dominios del marquesado. Novela de múltiples niveles de lectura, llena de ironías y paradojas, donde un narrador colectivo hace dudar de los límites entre lo soñado y lo real. 


Con La mujer imaginaria Edwards aborda el universo femenino. Su protagonista, Inés Vargas, es una mujer de clase alta que a la edad de 60 constata que ha malgastado su vida, subyugada por el patriarcado, el conservadurismo y finalmente la dictadura. Revisando su pasado personal y el de la sociedad chilena, opta por reinventarse y emanciparse separándose de su esposo y abrazando el arte como forma de expresión y compromiso que la acerca a los problemas de la juventud y las capas marginales del país. 


En su novela El anfitrión, Jorge Edwards recreó con tintes criollos el mito de Fausto a través de la historia de un exiliado en Berlín. Incitado Faustino Piedrabuena Ramírez, su protagonista, por el mefistofélico Apolinario, se traslada a Chile en un extraño aparato, la Máquina. Corren vientos de dictadura, y Faustino desciende a los infiernos en una aventura alucinante. El diablo ofrece a Faustino convertirse en el líder político salvador de la patria a cambio no de su futura condenación, sino previa entrega de su historia pasada. El problema del exilio y la transición a la democracia son tratados de forma humorística, apostando por superar el pasado dictatorial. 


Con posterioridad a la entrega del premio Cervantes en 1999, Edwards ha seguido publicando novelas en las que la Historia no solo es eje y justificación del relato, sino que sirve como explicación del presente contemporáneo. En El sueño de la Historia, una investigación sobre el arquitecto dieciochesco Joaquin Toesca se entrelaza en sus paralelismos con los últimos días de la dictadura pinochetista. Con La casa de Dostoievski, se inspiró en la biografía del poeta Enrique Lihn para representar a toda una generación de escritores y bohemios que vivieron la revolución de Allende y sufrieron el golpe militar. 


Últimamente ha vuelto Jorge Edwards la mirada a sus orígenes, no solo con la primera entrega de sus memorias, sino también con  El inútil de la familia, novela inspirada en su increíble pariente Edwards Bello. Un poeta dadaísta, un rebelde, un desclasado, animado por dos pasiones insanas: el juego y la literatura. 


Recientemente ha presentado El descubrimiento de la pintura, basada en otro pariente lejano, Jorge Rengifo. Asalariado como cerrajero, su vida palpita de verdad cuando se dedica a su afición artística por la pintura, en medio de un Santiago insensible y cargado de prejuicios. Un giro inesperado del destino propicia su matrimonio con una viuda rica, que actuará como Sancho Panza en su quijotesco viaje a las principales pinacotecas europeas. 


En su discurso de aceptación del premio Cervantes, Jorge Edwards recordó a todos aquellos personajes inusuales que se cruzaron en su vida: la tía abuela conspiradora; el libertino Bello; Neruda con su gabardina; y concluyó que su labor como escritor no había sido muy diferente a la que en El Quijote desempeña el Primo, el testigo que escucha su alucinante descenso a la Cueva de Montesinos: “Nosotros también, a nuestra manera, hemos podido estar cerca de don Quijote, o de los Quijotes nuestros, locos y no tontos, y hemos escuchado sus extraordinarias historias. ¡Qué privilegio, y qué regalo!”

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Este artículo forma parte de la edición extraordinaria que la revista Compluteca, editada por el IES Complutense de Alcalá de Henares, ha dedicado con motivo del XXX Aniversario de los premios Cervantes. El lector encontrará en ella 30 artículos dedicados a otros tantos galardonados. La revista en formato pdf puede descargarse desde el siguiente enlace: